Gabriel Torrelles , columna articulo, revistas dominical, Caracas-Venezuela, Ultimas Noticias
Después de un tweet que leí ayer, estoy empeñado en escribir sobre
Stephen King, los Blackberrys y la evolución, todo en el mismo saco. El tweet
en cuestión decía “siento que los Blackberrys tienen gente y no que la gente
tiene Blackberrys”. La idea me pareció tan genial como otras paradojas de la
ficción tipo chimpancés cazando humanos o fantasmas que creen que los muertos
son otros. De hecho, me remitió de inmediato a una novela de Stephen King que
leí hace algunos años. En el libro, titulado Cell, una misteriosa señal
transmitida globalmente, a través de todos los teléfonos móviles, destruye los
cerebros de la gran mayoría de los humanos convirtiéndolos en zombies. No
obstante, si bien es cierto que los Blackberrys tienen el efecto secundario de
convertir a sus dueños en imbéciles funcionales (bajo la excusa de mantenerlos
comunicados con el universo), lo verdaderamente creepy no es la forma en la que
te vuelven puré el encéfalo, sino la motivación que tienen.
Partiendo del hecho de que a los
paranoicos también los persiguen, todo aquel que venda con tanto afán las
virtudes del Blackberry tiene más de esclavo que de ejecutivo de ventas. Lo que
asusta, sin lugar a dudas, es el nivel de evangelización, es decir, el método
que se usa todas las personas que conozco para predicar los múltiples
beneficios del dichoso aparato ese y la ingenuidad con la que se empecinan en
ignorar que estamos hablando de monstruos de 10 centímetros decididos a
controlar tu voluntad, tomar tu alma y mantenerte encadenado al resto de los
pobres mortales que, como tú, pueden ser localizados en cualquier momento, o lo
que es peor, ser descubiertos in fraganti tratando de escapar al llamado de sus
congéneres, quienes saben (siempre saben) si el otro leyó o no el mensaje.
Piénsalo. Si yo fuera tú, desconfiaría muchísimo de un teléfono
que ha hecho que lo llamen “teléfono inteligente”.
Al final, uno se pone a ver las criaturas marinas esas rarísimas que
encontraron hace poco (búscalas en mi blog) y se da cuenta de que las cosas
evolucionan sin pedirle permiso a nadie. La evolución obra de maneras
misteriosas. Es cosa tuya si crees o no en el macabro plan de dominación
mundial que te aseguro tienen los Blackberrys. Yo cumplo con advertírtelo. A mí
han estado toda la vida tratando de enseñarme a obedecer y no me extraña que
todo el mundo intente adiestrarme también para acatar los comandos de un
celular inteligente. Afortunadamente para mí soy malísimo para aprender ese
tipo de cosas.
Partiendo del hecho de que a los paranoicos también los persiguen, todo aquel que venda con tanto afán las virtudes del Blackberry tiene más de esclavo que de ejecutivo de ventas. Lo que asusta, sin lugar a dudas, es el nivel de evangelización, es decir, el método que se usa todas las personas que conozco para predicar los múltiples beneficios del dichoso aparato ese y la ingenuidad con la que se empecinan en ignorar que estamos hablando de monstruos de 10 centímetros decididos a controlar tu voluntad, tomar tu alma y mantenerte encadenado al resto de los pobres mortales que, como tú, pueden ser localizados en cualquier momento, o lo que es peor, ser descubiertos in fraganti tratando de escapar al llamado de sus congéneres, quienes saben (siempre saben) si el otro leyó o no el mensaje.
Piénsalo. Si yo fuera tú, desconfiaría muchísimo de un teléfono que ha hecho que lo llamen “teléfono inteligente”.
Al final, uno se pone a ver las criaturas marinas esas rarísimas que
encontraron hace poco (búscalas en mi blog) y se da cuenta de que las cosas
evolucionan sin pedirle permiso a nadie. La evolución obra de maneras
misteriosas. Es cosa tuya si crees o no en el macabro plan de dominación
mundial que te aseguro tienen los Blackberrys. Yo cumplo con advertírtelo. A mí
han estado toda la vida tratando de enseñarme a obedecer y no me extraña que
todo el mundo intente adiestrarme también para acatar los comandos de un
celular inteligente. Afortunadamente para mí soy malísimo para aprender ese
tipo de cosas.
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